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“El agua es vida” se dice comúnmente, y este dicho tiene aún mayor sentido en comunidades del mundo rural latinoamericano donde habitan 65,6 millones de personas, incluyendo a unas 45 millones de personas de más de 800 pueblos indígenas (CEPAL. Los pueblos indígenas en América latina: Avances en el último decenio y retos pendientes para la garantía de sus derechos. Santiago de Chile, 2014). El agua, es el bien común entorno del cual transcurre la vida rural, y el más complejo de gestionar.
Desde el año 1993, cada 22 de marzo venimos celebrando el día internacional del agua (declaración de las Naciones Unidas). En el marco del Decenio 2005-2015 del “Agua, fuente de vida” impulsado por las Naciones Unidas hubo avances importantes en todos los países en el acceso al agua potable y para la producción. Por ejemplo, al 2015, 1,3 billones de personas de los denominados ‘países en desarrollo’ lograron el acceso a agua potable, pero todavía 2,1 billones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura (http://www.un.org/es/sections/issues-depth/water/index.html).
Entre tanto, en América Latina, una de las regiones del mundo más ricas en agua, en las zonas rurales “21 millones de latinoamericanos que viven en estos territorios no tienen acceso a un servicio adecuado de agua potable y 46 millones no disponen de instalaciones de saneamiento básico”. (https://www.caf.com/es/actualidad/noticias /2017/02/agua-y-saneamiento-en-la-nueva-ruralidad-de-america-latina/).
En efecto, pese a la tecnología disponible, las políticas, las inversiones realizadas y las prácticas de cosecha de aguas, aún no se han logrado dar respuestas y soluciones estructurales a la falta de acceso al agua y a la vigencia del derecho humano al agua. Por ejemplo en el Chaco boliviano y paraguayo, familias y comunidades enteras aún consumen agua (i en guaraní) de reservorios de tierra (atajados) junto con los animales, en tiempo de sequía o época de estiaje, o en geomembranas en que se recarga esta misma calidad de agua.
En países de la región andina el agua (yaku, unu, uma en quechua y aymara), es un recurso que genera tensión y conflicto por su escasez entre la población del área rural, y de esta con la del área urbana, o por la prioridad que se da las industrias extractivas como la minería en vez del consumo humano. El lago Titicaca, que comparten Perú y Bolivia, y del que vive mucha población sobre todo rural, está cada vez más contaminado por actividades mineras y por aguas servidas de la ´mancha urbana`. Igualmente, las aguas de los ríos amazónicos del continente, igualmente están contaminados por las industrias hidrocarburíferas, mineras, extracción del oro aluvional y otros megaproyectos.
Así, en el área rural, pero también urbana, hay desigualdad en el acceso al agua, por las condiciones de acceso, la calidad del agua y el precio. Hay familias, mayormente vulnerables, entre ellos de migrantes rurales, establecidos en barrios marginales, que pagan hasta 10 o 15 veces más por el mismo volumen de agua en comparación con zonas urbanas pudientes, solo que la compra de cisternas y en recipientes (turriles, bidones, baldes).
La agropecuaria sigue siendo la actividad más importante en la generación de empleo rural, mayoritariamente no asalariada. Supera el 60% en Bolivia, Brasil, Paraguay y Perú. Incluso, según la OIT, un 5% de personas que viven en zonas urbanas cercanas a zonas con actividad agrícola acuden a emplearse en dichas actividades, en Ecuador y Perú supera el 8%. Y en esta materia, sobre todo en el acceso a agua para riego, también hubo avances importantes no sólo en políticas e inversiones sino también en cambios en hábitos, buenas prácticas en el acceso, conducción y uso de este recurso vital, y con innovaciones tecnológicas por una parte de las poblaciones locales. Sin dejar de mencionar que también quedan muchos desafíos para mejorar la gestión de las cuencas, la captación, conducción y aplicación de agua en parcelas, el tratamiento y evacuación de aguas, el cuidado de las infraestructuras de captación; igualmente, hubo esfuerzos, inversiones y obras que no funcionaron, dejando las condiciones de vida de la gente del campo en las mismas condiciones que antes, incluso peor en algunos casos. En terreno se puede encontrar muchos ejemplos de lo que aquí afirmamos.
El agua para mucha de población rural, además de ser un recurso para el consumo humano y para la producción agropecuaria y la economía rural (agricultura, pecuaria, acuicultura, transformación y procesamiento de la producción, turismo, entre otros), tiene otras múltiples funciones, por lo general escasamente consideras. El agua está vinculado con otros recursos como los suelos y su fertilidad y la biodiversidad que hacen posible la vida de la población en los territorios rurales. El agua y los ríos son también medios importantes para el desplazamiento y transporte de muchas poblaciones y comunidades rurales; es también fuente de obtención de alimentos como la pesca, que también contribuye a generar ingresos. El agua es parte de la cosmovisión y fuente de creencias, de conocimientos y saberes, de desarrollo de tecnologías para el acceso, cuidado, manejo y gestión. En torno al agua también hay organización de la gente, de trabajo comunal (para construcción y mantenimiento de sistemas de agua), fiestas, rituales y celebraciones. El acceso al agua, el derecho adquirido sobre este recurso y la pertenencia a una organización del agua, empodera a la gente, a hombres y mujeres. Por todo eso, el agua no es solo un recurso sino un bien común que posibilita la vida rural.
Empero, en los territorios, la precipitación pluvial y la disponibilidad del agua es desigual, por ejemplo en los andes sudamericanos llueve entre 200 y 1000 mm año; en la amazonia hasta 2.500 mm o más y en el Chaco y los semiáridos entre 500 a 800 mm. Muchos pueblos y culturas o grupos humanos o incluso familias han aprendido y desarrollado culturas de convivencia con y en territorios que tienen estas condiciones; pero también aún se encuentra a quienes pretenden enfrentar y dominar la naturaleza, la madre tierra y el agua. El hombre ha olvidado o está olvidando criar el agua, y convivir con ella, lo mismo que lo hace con la madre tierra.
Hoy el agua sigue ocupando un sitial en la agenda mundial. Ha sido incluida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el objetivo 6 pretende al año 2030 Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos. Sin embargo, bien visas las cosas, el agua está presente en todos los demás objetivos, casi ninguno de ellos se podría lograr al margen de la buena gestión del agua, de una gestión integral.
Además, este 22 de marzo de 2018 comenzará el Decenio Internacional para la Acción, Agua para el Desarrollo Sostenible, y concluirá esa misma fecha, el año 2028. “El Decenio trata de acelerar los esfuerzos para enfrentarse a los desafíos relacionados con el agua, como el acceso reducido al agua potable y al saneamiento, una mayor presión sobre los recursos hídricos y los ecosistemas y un riesgo exacerbado de sequías e inundaciones” (http://www.un.org/es/sections/issues-depth/water/index.html).
Asimismo, en días venideros, del 18 al 23 de marzo, tendrá lugar en Brasilia el Foro mundial del agua, organizado por el Consejo Mundial del Agua (WWC por sus siglas en inglés). La misión del Foro es “promover la concientización, crear un compromiso político y detonar la acción sobre los temas críticos del agua a todos los niveles, a fin de facilitar la conservación, protección, desarrollo, planificación, gestión y uso eficiente del agua en todas sus dimensiones sobre una base ambientalmente sostenible en beneficio de toda la vida en la Tierra”. (http://www.worldwatercouncil.org/es/brasilia-2018)
Pero, como en otros temas, también hay un Foro alternativo mundial del agua - FAMA2108, en las mismas fechas y en la misma ciudad de Brasilia. Este foro alternativo bajo el lema “Agua es un derecho, no mercancía”, tiene el propósito unir los esfuerzos de movimientos sociales alrededor del mundo por transformar el acceso al agua en un derecho, principalmente en aquellas poblaciones que sufren los rigores de la pobreza, exclusión social y la guerra, para quienes el agua se vuelve un recurso inalcanzable, debido a las intenciones de las grandes corporaciones que utilizan el agua como mercancía privatizable… se contrapone al autodenominado "Foro Mundial del Agua", el cual es un evento promovido por los grandes grupos económicos del planeta quienes defienden la privatización de las fuentes naturales y los servicios públicos del agua. (http://www.fenae.org.br/portal/fama-2018-2/fama-2018/)
En este marco de eventos globales, de debates y posicionamientos, en los territorios locales es una oportunidad para reforzar la conciencia pública para una gestión no solo del agua sino de los territorios donde agua, suelos y biodiversidad son claves de la vida tanto de la población humana rural-urbana como de la fauna y flora del territorio. También una oportunidad para contribuir a que la humanidad recupere su capacidad de criar el agua, y cuidar la vida. Esto es, gestión integral del agua mejorando lo que ya se hace en cuanto a cuidado de las fuentes de agua, la disponibilidad, acceso, consumo, ahorro y cuidado, protección, reciclaje, reutilización, tratamiento de aguas servidas, entre otros. Todo ello en el consumo humano y doméstico en áreas rurales y urbanas; en actividades económicas e industriales; en salud; empleo; cuidado del medio ambiente. Sistematización, socialización y uso de conocimientos, saberes y tecnologías ancestrales combinados con nuevos conocimientos; generación de energía limpia, uso de energía alternativa para el acceso y uso del agua; uso de aguas residuales. Asimismo, lograr consensos para nuevas y mejores políticas públicas, nuevos conocimientos y tecnologías que fortalezcan los actuales, incluyendo las ancestrales, e inversiones para la gestión de territorios con uso sostenible del agua en sus diferentes estados. Regular las actividades económicas que utilizan el agua, sobre todo en áreas de escasez, dando prioridad al consumo humano. Renovar la curricula educativa incluyendo esta temática, y desarrollar campañas no sólo de concientización sino de intercambio, difusión, promoción y dinamización del conocimiento y las buenas prácticas. Fortalecer las capacidades de gestión de riesgos y de resiliencia.
Pero todo ello requiere de cambios en modelos de desarrollo y producción y de los estilos de vida no sólo en áreas rurales sino, y sobre todo, en las zonas urbanas y las metrópolis. Así se podría volver a aprender a criar, o ayudar a criar, el agua y los territorios que permitan una vida digna en el campo y en las ciudades en el siglo XXI.
Esos pueden ser algunos retos para el mundo rural en este decenio venidero del agua para el desarrollo sostenible.