Resource information
El Movimiento Regional por la Tierra (www.porlatierra.org) comenzó a articularse y expandirse. El presente artículo describe los primeros pasos y productos de esa acción. La autora nos pone en contexto los propósitos, protagonistas y alcances del Movimiento y comparte los resultados de 16 estudios de caso realizados, hasta el momento, en Colombia, Brasil, Paraguay, Ecuador y Bolivia.
Las últimas décadas han mostrado que la apertura democrática en Sudamérica, lejos de frenar al capitalismo, ha normalizado la acumulación y beneficio desmedido de unos por sobre otros. Los desfavorecidos del modelo económico no fueron pasivos y su respuesta deja ver diferentes formas de organización y largos procesos de resistencia por sus derechos a la tierra, la producción de alimentos y la defensa de su forma de vida.
En toda Sudamérica los campesinos e indígenas están organizados y sus agendas reivindicativas se proponen como programas de desarrollo. Sin embargo, si bien muchas organizaciones del campo tienen alcances importantes, la maquinaria burocrática de los Estados suele poner en entredicho la viabilidad de sus reivindicaciones en resguardo de la gran propiedad privada.
Lo que está en juego, junto a la propiedad de los recursos naturales y la producción de alimentos, no es otra cosa que la propiedad de las “formas y procesos de la vida” (Vandana Shiva; Los monocultivos de la mente; 2008); éstos son diversos y multiformes en su naturaleza pero en el mercado son uniformes y tienden a la homogeneidad, reproduciendo las desigualdades, dependencias y jerarquías.
¿Por qué un Movimiento por la Tierra?
Ante el contexto adverso que enfrenta el planeta, las poblaciones rural y urbana estamos en alerta. Diversos grupos de jóvenes activistas nos cuestionamos sobre la disponibilidad de alimentos y la forma de vida que determina el consumo masivo.
Resulta un dilema situarse en la correlación de fuerzas que supone el trazo reivindicativo de las organizaciones campesinas e indígenas, el principio modernizante del desarrollo y la pasividad que caracteriza a la academia en su trabajo de explicación de la realidad. Sin embargo, la contemporaneidad de los problemas agrarios, ambientales y alimentarios nos convoca a generar procesos que, apartados de la dicotómica forma de comprender la realidad, opten por una forma de pensamiento que defina la complementariedad y la articulación de diversos actores y posturas, que bajo el principio de la solidaridad y apuesta por la agricultura familiar y comunitaria, gesten nuevas instancias y plataformas de conocimiento para postular formas propias de desarrollo y ejercicio de derechos.
La tierra es el principal elemento y pilar de los temas agrarios. Como dice Shiva, debemos “centrar nuestras vidas en la tierra y no en la dependencia”. El Movimiento Regional por la Tierra (MRT) promueve en Sudamérica un proceso de reflexión masivo que busca ampliar el conocimiento sobre los territorios rurales, sus poblaciones y sus procesos productivos. Es una iniciativa que surgió en Bolivia, por la sinergia entre la holandesa Organización Intereclesiástica para la Cooperación al Desarrollo (ICCO) y el Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS), e intenta irradiar y articular circuitos comunicacionales en los 12 países sudamericanos.
La sistematización de experiencias en el acceso a la tierra es el principal insumo de la movilización del MRT, pues cada experiencia o caso articula la acción de diversos sujetos, desde organizaciones sociales, activistas políticos, instituciones de desarrollo, y académicos hasta a autoridades y funcionarios estatales. La sistematización de estudios de caso, que lleva 16 casos hasta el momento, está instaurando una dinámica de reflexión que, a través de la investigación-acción, prevendrá la reproducción de la carga de conflictividad, pauperización y criminalización con la que se observa el campo. Esta plataforma de información empírica intenta dar aliento a la solidaridad de diferentes sectores de la sociedad hacia el campo y, además, busca incidir en el enfoque de las políticas agrarias en la región.
El Movimiento se ha trazado como meta la realización y promoción de mil estudios de caso sobre experiencias inspiradoras de familias, unidades domésticas, organizaciones territoriales o grupos que, con su acceso a la tierra y el territorio en lo que va del siglo XXI, muestren la potencialidad y propuestas del mundo rural.
El MRT se concibe como una corriente de articulación complementaria a las agendas reivindicativas y políticas en Sudamérica, es independiente y, a la vez, está comprometido con los intereses de la pequeña agricultura familiar y el enfoque rural sudamericano que la sustenta.
La plataforma de conocimiento, al ser abierta y estar disponible en la red, es susceptible a múltiples revisiones y permanente referencia. Las familias campesinas e indígenas, los activistas políticos, los académicos y la sociedad civil en general, podemos aludir a las mil experiencias que respaldan la importancia de los modelos productivos locales y diversificados, que se han movilizado en defensa del derecho al acceso a la tierra, a insumos productivos, semillas, mercados campesinos, productos agroecológicos, alimentos sanos y formas de vida que traslucen culturas y saberes propios.
Investigación - acción, una metodología para la transformación
Plantear al académico o al especialista rural un estudio de caso sobre una experiencia “exitosa”, nos ha supuesto varios cuestionamientos. Por ejemplo, lo exitoso o inspirador de los casos tendrá que ver con la peculiaridad del contexto en el que emergen. Varios son procesos de larga resistencia durante el Siglo XX y el desenlace de sus problemáticas ha tenido que ver con políticas y conquistas recientes. Otros casos aluden a los efectos del neoliberalismo, la migración y precarización de las poblaciones urbanas, y su éxito tiene que ver con su capacidad creativa y una renovada apuesta por la tierra y la vida en el campo. Por ello, ver a estos actores desde una perspectiva propositiva y creativa y dejar de lado el discurso de pauperización y asistencialismo, supone un cambio en la estructura de pensamiento con que tradicionalmente se investiga en el área.
El principio para la recopilación de estudios de caso está relacionado con el enfoque de la investigación-acción, como un modelo que cuestiona la visión dicotómica entre teoría y práctica. Se busca identificar alguna problemática de investigación, que otorgue un énfasis específico al caso para la explicitación de su procedimiento, que suponga, de acuerdo a los objetivos del MRT, la toma de conciencia de la potencialidad política, productiva y cultural de familias, colectivos u organizaciones rurales.
Para sistematizar un estudio de caso no se requiere ser especialista en investigación. Para nuestro cometido, lo fundamental es visualizar a los sujetos que, siendo actores rurales, campesinos, indígenas, técnicos de desarrollo, facilitadores, investigadores agrarios u otros, pueden identificar dentro de su propia experiencia y sistematizar un estudio de caso. Lo que significa, en primera instancia, emprender un ejercicio principalmente subjetivo y de revisión experiencial. ¿Por qué me siento una agricultora afortunada? ¿Por qué le tengo tanto afecto a mis terrenos? ¿Por qué he emprendido esta lucha por la defensa del territorio de mis ancestros? ¿Por qué le tengo tanto afecto a esta comunidad y no a otras en las que trabajo? ¿Por qué este colectivo o asociación productiva es tan importante para mi experiencia como promotor de desarrollo?
Al intentar responder estas preguntas, vamos a remitirnos, necesariamente, al hilado fino de la textura sociocultural y económica, por lo que cada documento de estudio de caso será, entonces, un texto matizado con hitos históricos, voces, imágenes y signos propios que proclama la gente en su acceso a la tierra.
Hacia las mil pruebas
Hasta junio de 2014, en su primer año de implementación, la iniciativa del MRT ha logrado sumar 16 estudios de caso y dos estudios técnicos en cinco países de Sudamérica. Este grupo inicial de casos ya permite ver la perspectiva del Movimiento, las preguntas que suscita entre diferentes actores y la potencialidad de cada experiencia en la difusión y generación de lecturas de mayor alcance. Paraguay y Bolivia, los países que ya presentan estudios técnicos, dejan ver estructuras agrarias, a la vez diferenciadas y complejas, sin embargo, los casos muestran sinergias y aspectos que, en su especificidad, nos hablan de una cultura campesina sudamericana.
Nuestro mapa de seguimiento expone los esfuerzos iniciales. En Colombia parte del trabajo de la institución Agrosolidaria y el investigador independiente Omar Rojas en colaboración con ICCO, sumando seis casos que tienen como protagonistas a las familias Martínez y Barajas, al Predio San Julián del Caquetá y al Corregimiento Guáimaro, en diferentes regiones del país.
Un aspecto que diferencia a Colombia del resto de realidades en Sudamérica es el masivo fenómeno del desplazamiento de poblaciones, forzado por la violencia, lo que, a su vez, abre un espectro de problemáticas relacionadas con el latifundio, el desarraigo de tierras, la disputa por la propiedad de la tierra, la instauración de un mercado especulativo de tierras y los vicios institucionales comunes a la región.
Ante esa adversidad, las familias y las comunidades desplazadas y sin tierra optan por la ocupación y toma de otros terrenos; o, basados en la reivindicación de la prestación de sus servicios en haciendas, luchan por el reconocimiento a sus posesiones y logran que el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER), haga dotaciones de tierra en subsidio.
El peculiar significado del acceso a la tierra de estas familias, ya sea porque en arduos procesos ahorraron y compraron, o porque lograron la dotación de tierras fiscales, tiene que ver con la re campesinización, provocada por el retorno al campo por el desempleo en la ciudad y con la rehabilitación de suelos que fueron sido tipificados como de segunda por su poca productividad. Aún en esa condición, el resultado final muestra fincas y predios que, al otorgar autosuficiencia alimentaria a las familias, apuestan además por la diversificación, las formas asociadas de producción que expresan el sentido comunitario de la vida al campo y la búsqueda de mercados campesinos.
En Paraguay, gracias al trabajo de BASE Investigaciones Sociales (BASE IS) y su investigador Luís Rojas, se cuenta con cinco casos que exponen el proceso de resistencia que responde a la concentración de la tierra en manos del latifundio.
Los campesinos paraguayos, ante el desplazamiento y desarraigo, estructuraron la Federación Nacional Campesina y diferentes organizaciones locales sin tierra. Su importante movilización ha incidido en que el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT), realice dotaciones y titulaciones familiares, una de cuyas estrategias es la ocupación colectiva y la resistencia, cumpliendo con los pagos fiscales al Estado para garantizar la propiedad de la tierra que alberga a las comunidades.
El mapa actual del MRT remite al caso de las comunidades Reconquista y Tava Guaraní, los asentamientos “Arsenio Vázquez” y Ñu Pyahu, y al barrio pionero del asentamiento de Chino Cue, en diferentes regiones del Paraguay. Todas estas unidades territoriales resisten a la presión del circuito empresarial sojero y apuestan porque sus futuras generaciones produzcan sus propios alimentos, se desarrollen en el campo y vivan comunitariamente.
Uno de los desafíos más importantes para el Movimiento es abarcar el territorio brasilero e incluir sus peculiaridades en el espectro regional. Bajo ese cometido, la Comissão Pró-Índio de São Paulo ha sistematizado el caso del Quilombo de Erepecuru, que da cuenta de una forma de acceso a la tierra a través del derecho colectivo basado en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Un quilombo es una colectividad de población afrodescendiente con una larga historia de esclavitud y marginación social que atraviesa la colonia y la república que, alcanzando un título colectivo, actualmente puede desarrollarse cultural y económicamente. La historia de los quilombos se remonta a las fugas de los esclavos negros de las haciendas para conformar sus propias comunidades libres.
En Ecuador se sistematizaron dos experiencias ubicadas en la región del Cotopaxi. Una trabajada por los investigadores Freddy Montenegro y Ligia Chipantasi del Sistema de Investigación de la Problemática Agraria del Ecuador (SEPAI), muestra el proceso de retorno al campo de la asociación de hilanderas del barrio de Tilipulo que optaron por garantizarse la seguridad alimentaria y accedieron a una dotación del Estado, por la que deben pagar el subsidio y desarrollar la producción agroecológica. La otra experiencia es la del Recinto El Palmar, sistematizada por Lama Al Ibrahim, del Centro Andino de Acción Popular (CAAP), que trata de un proceso de migración del campo al campo, protagonizado por indígenas quechuas que compraron un predio cercano para desarrollar su producción ganadera de forma sostenible y, a pesar del desconocimiento de su pago por tierras que luego fueron declaradas área protegida, insisten en su titulación y en la posibilidad de acceder a mayor extensión a través de su asociación lechera.
En Bolivia, Carlos Vacaflores de la Comunidad de Estudios JAINA, sistematizó el caso de la comunidad Laderas Centro, en el departamento de Tarija, que muestra la defensa de la tierra ante continuos intentos de expropiación por su potencial económico y disposición de recursos. En otro caso, la investigadora Patricia Nina, del Taller de Iniciativas en Estudios Rurales y Reforma Agraria (TIERRA), expone la problemática de género a la que están sujetas las mujeres aymaras del altiplano, a través de la historia de dos mujeres del municipio de Tiwanaku de La Paz, que superaron las trabas culturales que enfrenan las mujeres solteras para acceder a la tierra, al lograr participar de un proceso de saneamiento interno y ser reconocidas como propietarias titulares.
El espectro que ofrecen estos 16 casos muestra una gama importante de situaciones y problemáticas en las que las familias campesinas, indígenas y afrodescendientes no sólo resisten, sino que saben resolver y protagonizar ejemplares e inspiradoras experiencias. Un elemento común son los vicios institucionales, la precariedad estatal y el relegamiento de derechos campesinos e indígenas, enfrentados cotidianamente por las familias con la insistencia en la ocupación, rehabilitación de suelos y producción diversificada.
Si los primeros casos nos impulsan a continuar con el insistente trabajo de sistematización, difusión y movilización, imaginamos, sin dudar, que la primera centena nos mostrará la amplia responsabilidad que implica tomar conciencia por la tierra, sus pobladores y al llegar a mil tendremos la constancia de la viabilidad de la apuesta por el mundo rural en Sudamérica.
Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad del autor y no comprometen la opinión y posición del IPDRS.