Los recientes acontecimientos mundiales han tenido un impacto denso en los bosques que quedan en el mundo, especialmente en las regiones tropicales. Los brotes de enfermedades, las guerras y la inseguridad social pueden haberse originado en otras partes del mundo, pero sus efectos se propagan y afectan a las regiones y personas más vulnerables. Este efecto dominó ha traído consigo impactos no deseados que se han hecho evidentes en el Amazonas.
Poco después de la aparición de COVID-19, las ONG retiraron su apoyo a los proyectos de campo y los ingresos suplementarios vitales del ecoturismo se agotaron. En Bolivia, los funcionarios del gobierno cerraron 22 Parques Nacionales, retirando a las ONG y a la seguridad del campo, lo que provocó un aumento de la pesca ilegal y del tráfico de especies silvestres. Muchos gobiernos estaban demasiado distraídos por la crisis como para hacer frente a la creciente violencia contra los defensores del medio ambiente y de los derechos humanos, más de 300 de los cuales fueron asesinados sólo en Colombia. Más recientemente, la guerra en Ucrania ha provocado graves trastornos en el comercio mundial de la madera y estas repercusiones tienen su eco en la selva amazónica. El gobierno brasileño ha afirmado que permitir la explotación minera en el Amazonas, y posteriormente en los territorios indígenas, podría acabar con la dependencia de Brasil de los fertilizantes importados de países como Rusia y Bielorrusia. La resistencia de los indígenas se ve socavada por la prolongada negativa del gobierno a reconocer sus reclamaciones de tierras, lo que se traduce en destrucción y violencia. Los incendios forestales no naturales en la selva amazónica también han acaparado los titulares, pero los pueblos indígenas y las comunidades locales que son los guardianes de estos bosques se enfrentan a multitud de amenazas. No sólo sus territorios son objeto de actividades extractivas como la minería del oro y la agricultura intensiva, sino que, sin títulos claros de propiedad de la tierra, sus medios de vida siguen siendo legalmente precarios.
A pesar de estas amenazas a los territorios indígenas, sigue habiendo esperanza, que se ha reflejado políticamente en varios países de la región. A principios de este verano, Francia Márquez se convirtió en la primera vicepresidenta afrocolombiana de la historia del país. Se trata de un paso monumental para abordar la desigualdad, ya que Márquez ha defendido los derechos de los indígenas y la justicia racial. En Brasil, el principal candidato a la presidencia, Luiz Inácio Lula, promete enfrentarse a la delincuencia amazónica si vuelve al poder. Más concretamente, el ex presidente afirma que tomará medidas drásticas contra los mineros y madereros ilegales tras los recientes asesinatos del periodista Dom Phillips y del activista de los derechos indígenas Bruno Pereira.
Este seminario web reflexionará, por tanto, sobre los acontecimientos mundiales que han afectado a la región amazónica, pero sobre todo se centrará en las soluciones y los avances para un futuro más seguro para las poblaciones indígenas de la región amazónica.