El sistema agroalimentario globalizado y el nuevo protagonismo de los territorios | Land Portal

Publicado por Chiara Massolin


Un reciente reportaje internacional realizado por Stefano Liberti, periodista y escritor italiano de política internacional, ilustra a través de un meticuloso viaje de la duración de 2 años, el funcionamiento del sistema alimentario global siguiendo 4 cadenas de producción y comercialización alimentarias transnacionales: carne de cerdo, tomate enlatado, atún y soja. A partir de los productos examinados en su investigación de campo, se delinea el funcionamiento del sistema alimentario globalizado y sus características principales: i) concentración en pocas manos; ii) involucramiento de la finanza; iii) distancia entre el lugar de producción y consumo.


Estas tendencias se demuestran hoy en día particularmente preocupantes a causa de las presiones y retos que se plantean para alimentar de forma sostenible e inclusiva la población mundial en las próximas décadas junto con las crecientes preocupaciones ambientales que genera la industria agroalimentaria aumentando la volatilidad del sistema.


Dinámicas excluyentes y centralizadoras


 


Según datos Oxfam, en un mundo con 7 billones de consumidores de alimentos y 1,5 billones de productores, menos de 500 empresas controlan el 70% de la oferta de alimentos. Las “10 Grandes”, es decir las empresas más poderosas de la industria alimentaria a nivel mundial, ingresan anualmente más de 450.000 millones de dólares que equivalen al PIB de todos los países de bajo ingreso en su conjunto (Oxfam, 2013).


En este panorama, Liberti describe además una tendencia relativamente nueva que se puede imputar a la crisis de 2008 y que enfatiza la constante centralización de pocas empresas: la entrada del mercado financiero en el sector agrícola tradicional.


Instituciones financieras que nunca antes habían invertido en agricultura como compañías de gestión de activos, consorcios de capital de riesgo, bancos mercantiles, fondos de pensiones, fondos de cobertura y fondos soberanos se están apropiando de las explotaciones agrícolas. A través de una combinación de factores, invertir en el sector alimentario ha pasado de ser una apuesta arriesgada y con escasa capacidad de generar importantes ingresos a ser considerado un sector atractivo con proyecciones de crecimiento de largo plazo. Aumento de la población mundial, cambio de dietas de grandes poblaciones, aumento exponencial del consumo de carne y reducción de tierra disponible per cápita son algunos de los elementos principales que han permitido invertir esta tendencia histórica (Oxfam, 2012).


Según los resultados del reportaje de Liberti, la alianza entre agroindustria y fondos financieros ha contribuido a desarrollar mega-corporaciones interesadas en producir a larga escala al menor costo posible, estableciendo con los medios de producción y el ambiente una relación puramente “extractiva” explotando los recursos disponibles hasta el agotamiento. Los efectos son particularmente evidentes en América Latina donde, según Oxfam (2012, p. 43) “en los últimos años una serie de consorcios de capital de riesgo y fondos de cobertura han invertido sumas considerables para crear lo que se conoce como mega-fincas con el objetivo de producir de forma intensiva en capital una serie de materias primas como soja, maíz y algodón”.


Por otra parte, se asiste al total desplazamiento de la cadena de producción, comercialización y consumo. Con eficacia narrativa Liberti describe este proceso: “un pescado capturado de un barco taiwanés en la Zona Económica Exclusiva de Tuvalu en el Pacífico puede ser transportado en una fábrica tailandesa a través deun buque frigorífico panameñosen el marco de un contrato firmado con una compañía de corretaje con sede en los Estados Unidos para terminar su viaje en una ensalada servida en un restaurante de París”. Otro elemento que influye en la atomización de la cadena productiva, es el reciente fenómeno conocido como “acaparamiento de tierras” estrechamente vinculado con la búsqueda de recursos para la producción alimentaria y de agrocombustibles por parte de empresas globalesy estados nacionales que afecta a muchos de los países en el sur del mundo y que se está agudizando con los impactos del cambio climático sobre las rentas agrícolas (Liberti, 2011).


Estos fenómenos son exacerbados además por las dinámicas estructurales del sistema agroalimentario. En particular, la sobre-producción de Europa y Estados Unidos utilizada como “ariete” para abrir los mercados del sur del mundo a través del masivo uso de subsidios al sector agrícola nacional provocando distorsiones en los mercados internacionales. Un caso emblemático es el de México que, luego la entrada en vigor del NAFTA vio el aumento de 413% de las exportaciones de Estados Unidos y una disminución del 66% en los precios reales de la producción entre 1990 a 2005 con impactos importante en los salarios rurales de los productores mexicanos que vieron además eliminada la garantía del precio mínimo ofrecido hasta el momento por el gobierno Mexicano (Wise, 2010).


El vínculo entre mega-corporaciones, comercio internacional y seguridad alimentaria es complejo y específico en función del contexto territorial, sin embargo las políticas que afectan el ingreso de empresas transnacionales en los mercados locales y reglamenta las exportaciones e importaciones de alimentos contribuyen a definir los precios, salarios e ingresos relativos en el mercado nacional y contribuyen a determinar la capacidad de las personas de acceder a los alimentos (FAO, 2015).


Desplazamiento y cambios en los patrones de consumo


Los resultados de la suma de estos fenómenos lleva a que las grandes corporaciones agroalimentarias dominen en los mercados locales controlando los recursos productivos: tierra, agua, mano de obra, insumos de producción e inversiones. Los impactos se presentan tanto a nivel ambiental, con elevada erosión de las funcionalidades de los ecosistemas con consecuencias planetarias, tanto a nivel socio-económicos donde los principales afectados son los productores de pequeña escala.


Hoy en día, muchas de las personas clasificadas como pobres en el mundo son agricultores con limitado acceso a los medios de producción y con escasas o nulas posibilidades de competir con los mercados internacionales. En América Latina, al igual que en Asia y África, la paradoja que se está delineando es que si bien estas regiones producen más alimentos que los requeridos para satisfacer las necesidades de su población (contribuyendo además a la seguridad alimentaria mundial) siguen manteniendo la mayor concentración de personas con hambre, particularmente en las zonas rurales (IFAD, 2011; FAO, 2016).


Como consecuencia, en búsqueda de salarios dignos y mejores condiciones de vida, se incrementan los fenómenos migratorios vinculados con la creciente urbanización de las ciudades. Según datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, las cifras ya son impactantes: el 54% de la población mundial actual reside en áreas urbanas y se prevé que para 2050 llegará al 66% (UN, 2014).


Por otro lado, el abandono de las zonas rurales junto con la inundación en el mercado global de productos alimentarios extremamente baratos es una amenaza en términos de alimentación saludable para los pobres y clase media ciudadana. La penetración del “Junk Food” es tal que está poniendo en crisis los modelos alimentarios tradicionales perjudicando los instrumentos informativos y culturales de base en la elección y selección de los alimentos, con éxitos muy negativos. Los problemas de salud vinculados a la obesidad afectan casi una cuarta parte de los latinoamericanos (130 millones de personas) y según datos de la Organización Mundial de la Sanidad1, el sobrepeso y la obesidad causan más muertes que la insuficiencia ponderal convirtiéndose en una “epidemia global”.


Nuevos pactos y alianzas para el futuro de la alimentación 


Es posible identificar un elemento de esperanza en la creciente masa crítica de actores que están visibilizando frente a la opinión pública la necesidad de reformar los mercados agroalimentarios globales. En particular se destaca el importante interés que se está dando de parte de muchas administraciones públicas en el desarrollo de políticas agroalimentarias integrales y territoriales coadyuvadas además de la firma del Pacto de Política Alimentaria Urbana de Mílan en el año 2015 por parte de más de 130 ciudades alrededor del mundo (Foster et all, 2015).


Las acciones puestas en marcha bajo este enfoque intentan responder a los actuales retos visibilizando y valorizando la necesidad de preservar la riqueza y diversidad de los sistemas agroalimentarios de base territorial. De un lado, buscan conectar y articular a nivel local diferentes sectores y componentes del agro a partir de la producción, distribución y post-consumo y, por otro, apuestan a la conformación de una gobernanza territorial “de abajo hacia arriba” donde se generan acciones públicas impulsadas por ciudadanos, empresas, academias y sector público. Esta coaliciones intentan responder a las exigencias alimentarias de la población a través del potenciamiento de las redes de producción y distrubución de los territorios contribuyendo a re-equilibrar algunos de los efectos perturbadores de las cadenas agroalimentaria globalizada. Entre varias de las buenas prácticas encaminadas a nivel global, se destaca el importante potencial expresado por los mercados públicos institucionales (MPI) agroalimentarios en América Latina. Debido a la inversión de sumas considerables en las compras públicas de alimentos principalmente destinadas a programas de alimentación escolar, los MPI se han convertido en importantes factores de desarrollo y fomento para la agricultura familiar contribuyendo también a la educación y salud nutricional de la población (Ranaboldo et all, 2016). El auspicio es que estos ejemplos exitosos puedan transformarse en modelos de referencias para otros territorios. 


El libro encuesta a la base de la reflexión propuesta es “I Signori del Cibo: viaggio nell’industria alimentare che sta distruggendo il pianeta” publicado en Ediciones Minimun Fax, 2016. 


1 Ver: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight


Referencias 


IFAD, 2011. “Informe sobre la agricultura”. Disponible en: https://www.ifad.org/documents/38714170/39150184/Rural+Poverty+Report+2011_s.pdf/38d738ed-a005-42b8-ba40-5964a4009533


FAO, 2016. “FAO en Sudamérica. Desafíos en agricultura y alimentación”. Disponible en: https://www.fao.org/3/a-i5438s.pdf


Forster T., Egal F., Renting H., Dubbeling M., Escudero A.G.; 2015. "Milan Urban Food Policy Pact. Selected Good Practices from Cities". Disponible en: http://www.fondazionefeltrinelli.it/article/ebook-utopie-milan-urban-foo...


Liberti S. 2011. “Los nuevos amos de la tierra: land grabbing”. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/320937980_Resena_de_Los_nuevos_amos_de_la_tierra_Land_Grabbing_Liberti_2015


Oxfam, 2013. “Tras la marca: el papel de las grandes empresas de alimentación y bebida en el sector alimentario”. Disponible en: https://www.oxfam.org/es/informes/tras-la-marca


Oxfam, 2012. “El lado oscuro del comercio mundial de cereales. El impacto de las 4 grandes comercializadoras sobre la agricultura mundial”. Disponible en: https://www.oxfam.org/es/informes/el-lado-oscuro-del-comercio-mundial-de-cereales


Ranaboldo C., Arosio M., Díaz P.; 2016. "Circuitos Cortos de Comercialización. El caso de los mercados públicos institucionales". Disponible en: https://www.rimisp.org/documentos/circuitos-cortos-de-comercializacion-e...


UN, 2014. “World Urbanization Prospects. The 2014 revision”. Disponible en: https://population.un.org/wup/publications/files/wup2014-report.pdf


Wise T.A., 2010. “The impact of U.S. agricultural policies in mexican producers”. Disponible en: https://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?doi=10.1.1.360.9839&rep=r...


 


Fotografía


 Klaus Leidorf

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