Un sistema de control de la fertilidad y los nutrientes del terreno ayuda a mejorar la producción
El verde brillante de los campos de té y de café es el panorama que se vislumbra al dejar la capital, Nairobi, y tomar dirección norte hacia el condado de Meru, una de las provincias más productivas de Kenia. Aunque esta parte del país posee una fuerte tradición agrícola, las cosechas de la región son cada vez más pobres por los efectos del cambio climático. La fertilidad de las tierras ha disminuido considerablemente.
Gilbert Kibiti es un campesino de 56 años que vive en este condado del centro del país. Cuando era joven, heredó menos de una hectárea de tierra en Kathera, una ciudad en la misma región, y a lo largo de dos décadas ha logrado transformar su pequeña parcela de terreno en más de 16 hectáreas cultivables. También ha fundado el Farmer Centre (centro para agricultores, en inglés), una organización que proporciona asistencia técnica y productos innovadores a los campesinos de la zona.
“Empecé a recoger entre 6 y 7 sacos por cada hectárea plantada con maíz”, recuerda Kibiti. Como le parecía poco, un día decidió controlar el nivel nutricional del terreno, y descubrió que había sobrealimentado el suelo, lo que hacía que el rendimiento bajara. “Sin que yo lo supiera, el pH era demasiado alto”, cuenta el campesino. “Me dijeron que podía equilibrar el terreno con distintas materias orgánicas y hoy obtengo 10 sacos de maíz por hectárea”.
Un reciente informe de la Uncdd (la Convención de la ONU para luchar contra la desertificación, por sus siglas en inglés) muestra cómo el desgaste del suelo es un peligro creciente para los campesinos de todo el mundo. Causa la pérdida de 25.000 millones de toneladas de tierras fértiles cada año y de 1,7 millones de árboles por hora. En total, 15.000 millones de árboles perdidos cada año.
Gracias a la ayuda de una nueva tecnología para analizar los suelos, Kibiti conoce las necesidades de su tierra y, según afirma, ha conseguido aumentar sus cosechas casi un 70%. Con este nuevo sistema, los agricultores controlan la fertilidad y los elementos nutricionales del suelo, y reciben consejos sobre la compra de fertilizantes indicados para las exigencias de cada terreno.
En comparación con práctica tradicional para analizar los suelos, la conocida como Wet Chemistry, la práctica tradicional para el análisis de suelos, la nueva puede proporcionar resultados precisos en pocos minutos a través de un teléfono inteligente, con un coste más accesible de unos 11,5 euros por prueba.
Con la llamada tecnología Wet, el agricultor tiene que recoger una cierta cantidad de tierra, llevarla a los laboratorios de Nairobi y esperar la respuesta de los técnicos después de un tratamiento químicos, que logra resultados más o menos precisos. La Dry, en cambio, permite a los campesinos analizar ellos mismos las características de su terreno.
Dennis Mbaabu, el técnico de laboratorio del Farmer Centre que puso esta tecnología al servicio de los productores locales, explica cómo funciona: “Extraemos pequeñas porciones de tierra en su capa superficial y en profundidad, hasta 25 centímetros, para lograr analizar todos los elementos nutricionales presentes en la tierra. Después, analizamos la tierra con un escáner que produce datos espectrométricos, que recorren una larga distancia virtual antes de volver, bajo forma de resultado, a los teléfonos de los campesinos”.
Los datos producidos por el sensor son enviados a una base de datos y analizados con modelos de regresión que arrojan el resultado del análisis a través de predicciones numéricas. Estas son posibles gracias a algoritmos producidos, país por país, después de recolectar datos sobre el terreno, que son analizados por investigadores y agrónomos y puestos a disposición de los campesinos de todo el mundo. Los resultados, junto con sugerencias sobre los fertilizantes a adquirir, llegan al teléfono del campesino o se le envían impresos en papel. Es el sistema bautizado como Soil testing, desarrollado por SoilCare, una empresa social fundada en 2013 en Wageningen, Holanda.
Al descubrir que faltaba azufre en sus ocho hectáreas de té, Gilbert Kivbiti ha cambiado los fertilizantes y ha logrado aumentar la cosecha de 4 a 4,5 kilos de hojas por planta. El éxito de esta operación lo motivó a instalar la Soil testing technology en su Farmer Centre, y a través de la organización ha llegado a más de 200.000 campesinos de la región y a replicar el test en su plantación de maíz.
La tecnología Soil testing, combinando open data (datos disponibles o abiertos), una infraestructura común de telecomunicaciones y la experiencia local, está revolucionando los análisis del suelo. “El mundo necesita buena comida”, concluye Kibiti, el emprendedor keniano. “Las semillas, como las personas, necesitan estar en buena salud para crecer fuertes, y la mayoría de sus sustancias nutritivas provienen del medio ambiente en el que viven: el suelo”.